Después del famoso selfie en el espejo, volví a la estructura que habían montado, y me colgué una vez más de ella, meciéndome de un lado a otro y dejando mi voz fuese una vía de escape a todas esas sensaciones tan intensas. Estaba viviendo un parto totalmente diferente al primero y tenía una mezcla de emociones muy potente.
Cuando pasó esa contracción la bolsa se rompió, esta vez sí. Se rompió con un gran estallido y el líquido caliente me resbalo por las piernas, como avisando de que la vida se iba a abrir paso de forma inminente. En esta transición muchas mujeres siente malestar físico, mareos, ganas de vomitar... Pero super identificar el torrente de adrenalina que invadía mi cuerpo y en vez de abandonarme a él, lo tomé de la mano y bailamos juntas por un momento.
En la siguiente contracción mis piernas temblaban y mi marido me tuvo que sujetar con fuerza para no acabar en el suelo. Cuando acabó, la matrona me pidió que subiese a la camilla por los pies y que me acomodara en cuadripedia, a cuatro patas. Mi mente solo podía pensar en abrir la pelvis y mi cuerpo gritaba, la voz fue mi gran herramienta y en ese momento verbalicé un: "No puedo, no voy a poder"
Y la matrona, con toda la tranquilidad que necesitamos las mujeres en ese momento me dijo: Ana, mírame, respira, es solo una sensación, ahora mismo no sientes dolor, es solo una sensación"
Cuando recobré la calma me di cuenta de que era real, era una sensación intensa pero no era dolor. En dos contracciones y una respiración más profunda mi segunda hija llegó. ¿Sabéis eso que dicen a las embarazadas que ojalá sea una horita corta? A mi, se me cumplió.
Ingrese a las 23:45 y a las 00:45 llegaba al mundo Ada, mi pequeña rechoncha y tranquila.
Después de ese segundo parto me sentí poderosa.
Poderosa y capaz. Válida, fuerte y preparada para afrontar incluso otro parto más, cuando de mi primer parto salí diciendo que bajaba la persiana de la fábrica de bebés. Por eso hago mucho hincapié en la importancia de preparar el parto de forma integral y amorosa, porque lo merecemos, porque nuestros bebés lo merecen.
Algo que he hablado muchas veces con mi marido es que, después de este segundo parto y esta segunda maternidad, si fuéramos algo más jóvenes, iríamos a por el tercero. Pero ahora sí, la persiana se ha bajado pero la fábrica está llena de intensidad, mucho amor y días muy locos.
Pero no lo cambio por nada en el mundo
Cuando pasó esa contracción la bolsa se rompió, esta vez sí. Se rompió con un gran estallido y el líquido caliente me resbalo por las piernas, como avisando de que la vida se iba a abrir paso de forma inminente. En esta transición muchas mujeres siente malestar físico, mareos, ganas de vomitar... Pero super identificar el torrente de adrenalina que invadía mi cuerpo y en vez de abandonarme a él, lo tomé de la mano y bailamos juntas por un momento.
En la siguiente contracción mis piernas temblaban y mi marido me tuvo que sujetar con fuerza para no acabar en el suelo. Cuando acabó, la matrona me pidió que subiese a la camilla por los pies y que me acomodara en cuadripedia, a cuatro patas. Mi mente solo podía pensar en abrir la pelvis y mi cuerpo gritaba, la voz fue mi gran herramienta y en ese momento verbalicé un: "No puedo, no voy a poder"
Y la matrona, con toda la tranquilidad que necesitamos las mujeres en ese momento me dijo: Ana, mírame, respira, es solo una sensación, ahora mismo no sientes dolor, es solo una sensación"
Cuando recobré la calma me di cuenta de que era real, era una sensación intensa pero no era dolor. En dos contracciones y una respiración más profunda mi segunda hija llegó. ¿Sabéis eso que dicen a las embarazadas que ojalá sea una horita corta? A mi, se me cumplió.
Ingrese a las 23:45 y a las 00:45 llegaba al mundo Ada, mi pequeña rechoncha y tranquila.
Después de ese segundo parto me sentí poderosa.
Poderosa y capaz. Válida, fuerte y preparada para afrontar incluso otro parto más, cuando de mi primer parto salí diciendo que bajaba la persiana de la fábrica de bebés. Por eso hago mucho hincapié en la importancia de preparar el parto de forma integral y amorosa, porque lo merecemos, porque nuestros bebés lo merecen.
Algo que he hablado muchas veces con mi marido es que, después de este segundo parto y esta segunda maternidad, si fuéramos algo más jóvenes, iríamos a por el tercero. Pero ahora sí, la persiana se ha bajado pero la fábrica está llena de intensidad, mucho amor y días muy locos.
Pero no lo cambio por nada en el mundo